Leía un paper clásico de Granovetter ("The strength of weak ties" 1977) sobre el
capital relacional o el valor de los vínculos humanos en las redes sociales (aclarando,
redes sociales como relaciones humanas y no como plataformas tecnológicas).
En él, Granovetter reivindica el valor los lazos sociales que describimos como
débiles, y que podemos entender como aquellas relaciones que tenemos a las que
dedicamos menos tiempo o que nos conllevan poca interacción. Es decir, algo así
como el valor de la relación con aquellas personas a las que vemos de forma
esporádica. Estos lazos débiles constituirían según el autor la red extensa de contactos
y serían el principal recurso cualquier persona en cuestiones clave como por ejemplo
la movilidad laboral, en oposición a los lazos fuertes que tienden más bien
al encapsulamiento y por tanto proporcionan menor capital social o relacional.
Resulta interesante leerlo desde una perspectiva relacional de la marca, ahora que
llevamos un tiempo con la discusión abierta sobre los públicos clave de las marcas y las
oportunidades de crecimiento.
En "How brands grow", Byron Sharp nos propone también no focalizar los esfuerzos de
comunicación en nuestros clientes más
con la marca) e identifica las oportunidades de crecimiento en aquellos clientes
compartidos con otras marcas. En otras palabras, invita a apostar por crear estructuras mentales
que faciliten el reconocimiento del cliente intermitente, infiel, despreocupado o
desinteresado, en lugar de cultivar al incondicional bajo la ilusión (o no) de una lealtad que
repercuta en la recomendación activa o incremento de consumo.
No entusiasma la idea de grandes soluciones válidas para todos los mercados y marcas
por mucho estudio que lo legitime, pero aun me así resulta interesante para pensar a nuestros
clientes más díscolos como aquellos que atesoran el mayor valor.
Por lo menos resulta una ayuda para escapar a la lógica del superfan como último fin de la marca
y pivote central de la publicidad, en tanto es el caso excepcional y de alguna forma, como hacen
los lazos fuertes, tiende también al encapsulamiento.
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