14/4/14

Planning (IV)


¿Cómo movilizar identidades profundas?

Nacidos desnudos cual animalitos del bosque, pronto pegan a nuestros
pequeños cuerpos la burocracia clasificadora. Una pequeña pulsera
numerada que se convertirá más tarde en DNI con un nombre, un día,
un número, un sexo, una nación.

Estos marcadores clasificatorios nos sitúan de golpe en el espacio social.

Ya no somos más criaturas en tránsito, somos lo que dice nuestro DNI,
con todas las responsabilidades y ansiedades que conlleva. Cada marcador
nos señala guías de conducta, narrándonos a nosotros mismos a través de
identidades múltiples, móviles, yuxtapuestas pero finalmente, siempre llenas
de contradicciones.

Las hegemonías y resistencias vinculadas a identidades de género y edad
han sido ampliamente explotadas históricamente por las estrategias
publicitarias. Pero cada vez es más frecuente ver un trabajo fundado en
un nosotros nacional que explota el origen histórico de la marca para
contarnos porqué somos diferentes... ¿y mejores?

Con ello no ne refiero a compañías que se suben a una marca país cual
Volkswagen Das Auto, ni tampoco al revival del made in. Hablo de
marcas que construyen activamente la tradición nacional, adelantando en
carrera a los estados nacionales interpretando sus imaginarios y prácticas.

En un mundo en globalización, apuntar a lo nacional es apostar a la banca.


Siempre ganas.




Aunque lo nacional no tenga estado.




Aunque lo único nacional sea el ensamblaje.



Incluso aunque la invención de la tradición quede en manos de intereses
comerciales.
Antes en Barcelona, ahora en el Cono Sur.

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